Posmodernidad y educación
El
periodo artístico conocido bajo el término de “arte contemporáneo” se destaca
por experimentar los límites establecidos entre disciplinas artísticas, medios
de expresión, y discursos. La búsqueda de los límites y sus rupturas nacen de
una necesidad posmoderna de cuestionar cualquier metarrelato, se pone en duda
cualquier utopía, o ideal que supone daría garantía hacia la felicidad o el
éxito como individuos. El intérprete emancipado debe participar de la posmodernidad,
negar o cuestionar cualquier ideal impuesto para buscar su emancipación
intelectual, por lo tanto, para entender sus motivaciones es necesario generar
un boceto de la posmodernidad como movimiento filosófico y estético.
El
auge inicial del posmodernismo se ubica en los años 60, momento donde las
estructuras económicas se establecieron como la neoliberación y la
globalización (Osorio Jaime, 2009). Se registran diversos eventos históricos
que cambiaron las formas de hacer política, por ejemplo, la revuelta de 1968 en
Francia, el 68 Mexicano que acentuó las diferencias entre brechas
generacionales, la revolución cubana y el golpe de estado de Chile. Esas luchas
que se reprimieron con violencia, se boicotearon o que no soportaron el peso
del comercio global, dejaron una sensación de derrota, la sensación de que el
sistema capitalista no sería derrotado y convivir con él era la sentencia del
consumo del hombre por el hombre. Osorio Jaime (2009) propone que el
pensamiento posmoderno nace de “pensar desde la derrota”; los sucesos
históricos de los años 60 y 70 cultivaron el terreno para que en los 80 y 90 se
generará un escepticismo agnóstico en contra de todo metarrelato, es decir los
ideales plantados desde los sistemas políticos, filosóficos o religiosos. Al no
encontrar verdades absolutas el posmodernismo abogó por fragmentar la realidad:
“lo singular y lo diverso pasaron a constituir el criterio de demarcación de
los objetos de investigación” (Osorio Jaime, 2009, pág.197).
El
camino podría describirse así: el posmodernismo establece que la realidad
existe independientemente de la experiencia que podamos tener con ella, incluso
de nuestros sistemas de interpretación y representación de la realidad, por lo
tanto, estamos incapacitados de conocer objetivamente la realidad, declarando
que todo es una interpretación.
El
pensamiento filosófico de la posmodernidad es una construcción ideológica
interpretativa no real, da cabida a la construcción de muchas realidades
posibles, oníricas. Precisamente, la mayor critica a la posmodernidad es su
amplia tolerancia; la posmodernidad acepta que todo es posible, todo vale, todo
es arte, pues todo es una valoración construida desde la interpretación
individual.
Pero
se puede criticar y cuestionar que hay consecuencias y causas fuera de la
interpretación como la muerte y la vida, como el sustento, la reproducción
sexual etc. Precisamente mantenerse inerte para reproducir la realidad no es lo
mismo que interactuar con la realidad por medio de la acción, aunque sean acciones
banales o útiles (para la sociedad o para la realidad).
Lo
cierto es que el pensamiento posmoderno, con su escepticismo a los metarrelato,
abrió la posibilidad de buscar soluciones creativas, motivadas por la búsqueda
de la emancipación intelectual.
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